En 2001 la Comisión Europea y el Consejo de Europa fijaron el 26 de septiembre como el Día Europeo de las Lenguas. Es una celebración de la diversidad lingüística de nuestro continente, de la variedad que nos hace europeos y sobre la que se asientan nuestras democracias. España tiene varias lenguas oficiales, pero por desgracia no es demasiado común verlas hermanadas en actos oficiales, escucharse unas a otras para celebrarse en su variedad. Que el poeta Luis García Montero dirija el Instituto Cervantes es un factor propicio para enfocar las cosas desde la sensibilidad que entiende la diferencia. Para que las lenguas de España se hagan oír juntas, y para que pregonen sus acentos por el mundo. Y hasta Bruselas llegan, en este Día Europeo de las Lenguas, hasta la capital de Europa, para ofrecer un recital poético intenso y plural, tan nuestro: Versos de la España diversa.
La sede del Instituto Cervantes en Bruselas es un espacio luminoso y acogedor, con una rica biblioteca y un salón de actos abierto a la luz de una ancha cristalera tras la que transcurren el tráfico y la vida colorida de la Avenue Louise. García Montero presenta el acto y habla del valor de la lengua materna para expresar lo más íntimo que le ocurre al ser humano. Recuerda que el proyecto de Europa tiene dos cosas en común con la literatura: la fe en una convivencia en libertad y el respeto a la singularidad. Para hablar del respeto a las lenguas maternas, cita a Cervantes, cuando hace decir con clarividencia a don Quijote: “Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus conceptos; y siendo esto así, razón sería se extendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno que escribe en la suya”.
Y precisamente un vasco inicia el recital. Bernardo Atxaga lee varios poemas en euskera y en castellano, y recuerda que es un escritor bilingüe. Joan Margarit y Estel Solé recitan poemas en catalán. La cordobesa Elena Medel y el murciano Eloy Sánchez Rosillo en castellano. Yolanda Castaño y Manuel Rivas en gallego. Manuel Rivas actualiza el ideal ilustrado: “Liberdade, igualdade, fraternidade… e diversidade”. Los poemas van apareciendo traducidos en una pantalla a las dos lenguas de Bélgica, el francés y el neerlandés. En la sede del Cervantes, en una cálida tarde de septiembre, rodeados de libros que encierran toda la diversidad de España, los versos en todas nuestras lenguas oficiales suenan a verdadera concordia, a familiaridad, a extraña normalidad.
Un buen amigo siempre me dice que uno de los errores políticos estructurales de España es no haber tomado como verdaderamente propias todas las lenguas que se hablan en la Península y haberlas integrado en el sistema educativo de todo el país. Me repite siempre que echa mucho en falta no haber aprendido al menos algo de catalán, de gallego o de euskera en la escuela, y que es una anomalía que, aún a estas alturas, en las comunidades autónomas no bilingües siga sin ofrecerse a los estudiantes más jóvenes siquiera la posibilidad de iniciarse en las otras lenguas españolas.
Porque no se puede entender, y mucho menos amar, aquello que no se conoce. “La democracia efectiva debe ser también afectiva”, dice Manuel Rivas. Tenemos la suerte de utilizar como idioma común una lengua pujante, internacional, con una tradición literaria que ha aportado a la humanidad joyas como el Quijote o Cien años de soledad, que además es capaz de traspasar las fronteras más infranqueables, enriqueciéndose con voces y experiencias culturales de cualquier continente. El español es un lengua bella y sólida, y además útil para la proyección internacional de España. Pero no son menos nuestras las culturas que han creado La plaça del Diamant, O lapis do carpinteiro, Obabakoak. Tenemos además otros tesoros de los que la cultura oficial, nacional, se ha desentendido, incluso en democracia, como desplazándolos a sus rincones provincianos, en lugar de pasearlos y exhibirlos como un patrimonio verdadero del que sentirnos todos orgullosos. Ojalá estos Versos de la España diversa recitados en el Cervantes de Bruselas sean el primero de muchos actos que nos ayuden a conocernos mejor para poder reencontrarnos.