Una amiga californiana me envía un enlace a un blog de viajes. Una viajera inglesa que ha recorrido África de punta a punta copia un texto que no es suyo, pero que habla de ella. El texto es un artículo de hace un par de años, original de Kellie Donnelly, que es otra chica de Indiana que también ha viajado mucho por el mundo. Hay muchos blogs de viajes, fotorreportajes, cuadernos de aventuras. Éstos son dos más. El artículo habla del viaje de vuelta, de la sensación agridulce, irremediable, que uno siente cuando vuelve a moverse por territorio conocido, después de la intensidad del verdadero viaje. Aparentemente puede parecer una reflexión simple, pero ni mucho menos lo es. Lo leo con la fibra sensible por mis propias experiencias recientes. Alguien debería advertirnos de algunos detalles del viaje antes de hacer la maleta y salir al mundo. "Es como aprender un idioma extranjero que nadie alrededor de ti habla, así que no hay manera de comunicarles cómo te sientes realmente". Sin duda, ésta es la parte más dura de viajar. Y casi nadie habla de ella. Léanlo.
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La parte más dura de viajar de la que nadie habla.
Por Kellie Donnelly.
Ves el mundo, pruebas cosas nuevas, conoces gente nueva, te enamoras, visitas lugares increíbles, aprendes sobre otras culturas -y después todo se acabó. La gente siempre habla de salir, pero ¿qué pasa con la vuelta a casa?
Hablamos sobre las partes más duras cuando estamos fuera -buscar trabajos, hacer amigos de verdad, permanecer a salvo, aprender normas sociales, malinterpretar a gente en la que creías que podías confiar- pero todas estas son partes que se superan. Todos estos contras se borran con los pros que experimentas. Los adioses son difíciles, pero sabes que van a llegar, especialmente cuando das el paso final de comprar tu billete de vuelta a casa. Todos esos adioses tristes se ven animados por el reencuentro con la familia y amigos que has imaginado en tu cabeza desde que te fuiste.
Y luego vuelves a casa, tienes tus reencuentros, empleas tus dos primeras semanas encontrándote con familia y amigos, poniéndote al día, contando historias, recuerdos, etcétera. Eres Hollywood durante las primeras semanas de tu vuelta y todo es nuevo y emocionante. Y entonces todo simplemente... se va. Todo el mundo se acostumbra a que estés en casa, ya no eres el nuevo objeto reluciente y las preguntas empiezan a venir: ¿ya tienes un trabajo? ¿Cuáles son tus planes? ¿Estás quedando con alguien? ¿Y qué hay de tus cotizaciones para la jubilación? (Bien, un poco dramático por mi parte).
Pero la parte triste es una vez que has hecho tus visitas obligatorias después de estar fuera un año; estás sentado en el dormitorio de tu infancia y te das cuenta de que nada ha cambiado. Te alegra que todos estén felices y sanos y sí, la gente ha conseguido nuevos trabajos, novios, compromisos, etcétera, pero una parte de ti está gritando: ¿es que no entendéis cuánto he cambiado? Y no me refiero al pelo, al peso, a la ropa o nada que tenga que ver con el aspecto físico. Me refiero a lo que está pasando dentro de tu cabeza. La manera en que tus sueños han cambiado, la manera diferente en que percibes a la gente, los hábitos que te alegras de haber perdido, las cosas nuevas que son importantes para ti. Quieres que todo el mundo reconozca estas cosas y quieres compartirlas y hablarlas, pero no hay forma de describir la manera en que tu espíritu evoluciona cuando dejas atrás todo lo que conoces y te fuerzas a ti mismo a usar tu mente en una auténtica capacidad, no en un examen escrito en la escuela. Tú sabes que piensas diferente porque lo experimentas cada segundo de cada día dentro de tu cabeza, ¿pero cómo comunicas eso a los otros?
Sientes enfado. Te sientes perdido. Tienes momentos en los que sientes que no mereció la pena porque nada ha cambiado, pero entonces sientes que es la única cosa que has hecho que es importante, porque cambió todo. ¿Cuál es la solución para esta parte de viajar? Es como aprender un idioma extranjero que nadie alrededor de ti habla, así que no hay manera de comunicarles cómo te sientes realmente.
Ésta es la razón por la que, una vez que has viajado por primera vez, todo lo que quieres es salir otra vez. A esto lo llaman el "travel bug", el gusanillo de viajar, pero realmente es el esfuerzo por volver a un lugar donde estás rodeado de gente que habla el mismo idioma que tú. No inglés o español o mandarín o portugués, sino ese idioma donde otros conocen cómo es salir, cambiar, crecer, experimentar, aprender, y luego volver a casa de nuevo y sentirse más perdido en tu ciudad natal de lo que te sentías en el país más extranjero que hayas visitado.
Ésta es la parte más dura de viajar, y es la misma razón por la que todos nosotros escapamos de nuevo.
Compañero Blas, en el arte de escribir encuentras tú una forma de comunicar y de volver al viaje, incluso a la vuelta.
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