Se
sobresalta uno últimamente cuando aparece el nombre de Membrilla en la prensa.
Cuando no es por la jota es por el fandango, cuando no es por tuberías ilegales
es por jugarretas de algún politiquillo con ínfulas. Pero la noticia que hoy ha
dado la vuelta a España y ya corre por la prensa europea es simpática, qué
quieren que les diga.
Membrilla
ha saltado a los telediarios y a los periódicos porque un cuadro que el pintor
Antonio Ximénez había donado a la Iglesia de Santiago el Mayor ha sido
retirado, tapado o escondido. Hace unos meses el artista, que después de vivir
media vida en Hawái está asentado en Miami, se dio cuenta de que no estaba
donde debía estar, y pidió explicaciones al párroco. Al parecer las
explicaciones no son muy convincentes: el párroco no da señales de vida y el
Obispado ha salido al paso con un comunicado a la agencia EFE en el que explica
que “se reubicó el mobiliario y en su lugar se puso un armario”. Para un
artista cuyas obras han dado varias vueltas al mundo, que llegó a exponer nada
menos que con Picasso y Tàpies (España
Libre. Arte español de Picasso a Ximénez, Italia, 1964), y que donó con
cariño a su pueblo una obra que la propia parroquia local le encargó, no ha
debido de ser plato de gusto que el cuadro desaparezca de la vista.
Un
escritor que prepara la biografía de Antonio Ximénez visitó Membrilla el pasado
verano para documentarse en el pueblo natal del artista, y pidió al párroco de
nuestro pueblo ver el cuadro. Al parecer, el cuadro estuvo algunos años en la
sacristía o en la sala capitular de nuestra iglesia de Santiago el Mayor. El cuadro fue pintado en la
otra punta del mundo, en Hawái, y desde la Polinesia viajó a la iglesia de
Membrilla por gusto del autor. Poca publicidad le darían a la adquisición
cuando pocos en el pueblo sabíamos que esa obra de arte estaba en nuestro
municipio, y cuando ni siquiera sabemos desde cuándo ese cuadro pasó de la
sacristía a ese lugar oscuro en que está tapado por una sábana para que no coja
polvo. El artista, que tiene 87 años y se ha comunicado con los medios
españoles desde el calor de la Florida, dice que cuando supo de la tropelía dio
un plazo de seis meses al párroco para poner el cuadro a la vista de los vecinos
de Membrilla, o en caso contrario que se lo devuelva. Como no ha habido
respuesta, aquí estamos.
Lo
gracioso del asunto es que esta polémica nos ha servido a muchos vecinos de
Membrilla, y a no pocos manchegos y españoles, para conocer la existencia de
este cuadro, y para que acreciente nuestro interés por saber más de la obra de
Antonio Ximénez. En mi cabeza y en la de aquellos que crecimos en Membrilla en
los 80 y 90 está la Alegoría de Baco,
que es un cuadro sugerente y sensual, alegre y colorido, a mi juicio mucho más
logrado que este de Santiago Apóstol. De niño, ante la sobriedad del paisaje
cultural que nos rodeaba, me llamaba tanto la atención ese cuadro de colores
vivos, de rostros aún más vivos, risueños y casi reales, con una alegría de
racimos verdes en los capachos, de vasos de tinto hasta arriba, de risas
abiertas, con nuestra ermita del Espino y el pueblo de fondo. Era para mí,
aunque fuera un niño y no supiera nada, un mensaje nostálgico que me decía que
en mi pueblo la gente había sido feliz.
Pero es
verdad que en Membrilla no se ha hecho una reivindicación constante de este
artista que es universal pero también es nuestro. Y muchos de nosotros sabemos
muy poco de Antonio Ximénez. En 2002 tuve la suerte de asistir a una exposición
grandiosa (por el tamaño de los cuadros, por la calidez de los colores, por la
vitalidad de los cuerpos y los rostros retratados) en el Gran Teatro de
Manzanares. En 2009 estos cuadros fueron expuestos también en la Casa de la
Cultura de Membrilla. Y en el pueblo no tenemos hasta hoy muchas más
referencias: ¿publicaciones, reproducciones de sus obras en espacios públicos,
un museo local? Hasta hoy, que la prensa española y extranjera viene a
recordarnos que de nuestro pueblo salió un artista de categoría, que se codeó
con las grandes figuras del arte del siglo XX, que pintó y expuso en todos los
continentes, y que conserva amor a su pueblo hasta el punto de regalarle dos
cuadros que son una alegría.
Este
cuadro de Santiago Apóstol por el que la obra de Antonio Ximénez ha vuelto a
todos nosotros no es seguramente el mejor del artista, pero en él están, sin
duda plenamente, su estilo y también Membrilla. Yo desconocía este Santiago que
es un joven vigoroso, señalado en su túnica azul con la cruz y la vieira, con
cayado y sombrero de paja a un lado, que está además rodeado por los símbolos
más característicos de Santiago y de Membrilla, en una profusión de colores que
insufla alegría. No lo conocía, pero ahora que lo conozco me gusta, porque
habla con inocencia infantil y con sensualidad cromática de una figura que
representa tanto en la historia de mi pueblo: Santiago Apóstol.
Hace
pocos años los vecinos de Membrilla vimos con estupor cómo la imagen de
Santiago Matamoros que estaba en la ermita del Espino era mutilada, despojada
de las figuras y objetos que eran su esencia. Ahora vemos también cómo esta
interpretación colorida y vitalista ha sido censurada, escondida, hurtada a las
miradas de los vecinos. No sé si el responsable de estos ataques al símbolo
local de Santiago Apóstol es el párroco, pero lo que sí tengo claro es que
Membrilla debe reivindicar esta figura, y también la del artista internacional
que ha querido ligar su obra con la historia de nuestro pueblo. Por eso me
permitiré hacer una sugerencia a las autoridades locales, al alcalde o a quien
mande en el Ayuntamiento: desde hoy mismo deberían actuar, mediar, negociar,
para que esta obra de Antonio Ximénez sea cedida al Ayuntamiento y se exhiba en
un lugar adecuado a lo que representa. Aprovechemos esta notoriedad sobrevenida
por una polémica que debería haberse evitado, para sacar algo tan positivo: que
todos aquellos que desconocíamos la obra podamos contemplarla, disfrutarla,
sentirla nuestra, y que aquellos que desde fuera se han interesado por la
polémica se interesen también por venir a verla, por venir a vernos. Demostremos
que Membrilla puede dar más alegrías que disgustos.
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