sábado, 1 de agosto de 2015

El español en los Estados Unidos, ¿una lengua viva?

Con la lengua española en el mundo, y en concreto en los Estados Unidos de América, existe lo que algún sabio ha denominado “euforia estadística”. Pero debajo de ese sentimiento entre patriótico y racial hay mucho que explicar y muchísimo trabajo que hacer.


Cada año el Instituto Cervantes publica sus estudios e informes y parece ser que cada vez somos más los que hablamos la lengua española, en una progresión aritmética parece que imparable, porque se debe sobre todo al crecimiento demográfico. Calculan que 470 millones de personas hablan español como lengua materna, y cifran en casi 550 millones las personas que lo hablan en el mundo, incluyendo a los estudiantes de la lengua. Veintiún países lo tienen como idioma oficial, entre los que España, de acuerdo con las estadísticas, es casi una anécdota histórica. Lejos de nuestra vieja Europa, convendremos en que el español es la lengua de América Latina, a pesar de su diversidad, o gracias a ella.



Lo que más nos llama la atención desde España es un dato tan repetido como ilusorio con respecto a la expansión de la lengua en el mundo: en los Estados Unidos hay ya más hispanohablantes que en la propia España. Bien, estadísticamente es posible que sea cierto: casi 52 millones de personas al norte de México declaran que su lengua materna es el español. ¿Pero qué español?

¿Qué industria editorial en español está presente en los Estados Unidos? Aparte de que el 95% de las publicaciones aquí son en inglés, y los libros en español ocupan un lugar residual en la industria, hay que decir que prácticamente todos los libros escritos en español que se pueden encontrar en una librería de Nueva York o de San Francisco son libros de temática religiosa, lo que, aparte de otras consideraciones, ayuda bastante a la estigmatización de nuestra lengua. Ni siquiera hay suficientes títulos españoles traducidos al inglés y que ocupen puestos relevantes en las listas de ventas. Tampoco en las bibliotecas públicas fronterizas, como San Diego o Los Ángeles, hay grandes secciones de libros en español. Incluso para los raros entendidos en literatura hispánica, ésta no va más allá del boom latinoamericano, y ni siquiera todos los estudiantes de origen mexicano, en California o en Arizona o en Texas, conocen la literatura mexicana.

Los periódicos en español son casi siempre panfletos gratuitos, de gestación rápida y mucha seudo-traducción, que uno puede encontrar en esos buzones de prensa que hay por las calles, y en los que sólo tienen cabida sucesos siniestros o noticias relacionadas con la inmigración.

¿Qué televisión en español se ve en los Estados Unidos? Sin contar los canales mexicanos que la gente sigue al otro lado de la frontera, los principales productos propios son Univisión o Telemundo, en los que la mayor parte del contenido viene a ser una demostración exagerada de chabacanería y amarillismo, al estilo de cualquier reality-show de Telecinco en España.

Y la parte aún más débil del asunto está en la difusión de la lengua y la cultura a través de la educación. Pero lo que nunca fue una prioridad para los gobiernos españoles mucho menos lo es ahora en tiempos de destrucción. Pero para eso, entre otras cosas, estamos aquí, empezando el curso escolar a mediados de julio, representando no sólo a nuestro país sino sobre todo a nuestro idioma en el mundo. Conociendo desde abajo, desde el sur del norte, las razones por las que nuestra lengua no despega, a pesar de las eufóricas cifras. Explicando los motivos por los que el patrimonio cultural que compartimos con Latinoamérica debería ser para nuestros países no sólo fuente vana de orgullo, sino un seguro motor económico.


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