jueves, 28 de julio de 2016

En el Camino: Saint-Jean-Pied-de-Port hasta Roncesvalles

Hay pocos caminos que no hayan sido ya trillados, explicados, gastados; y sin embargo no hay experiencia más original que la que decide la soberana voluntad de uno mismo. Como quiero conocer mi país, y de paso conocer de verdad al que quiere conocer el país, he empezado en Francia el Camino que lleva a Santiago de Compostela. Entre todos los que consejos, alimenticios y deportivos, que he recibido últimamente, me quedo con el último: Dans le chemin, écoute toutes les temps ton coeur.

Saint-Jean-Pied-de-Port, Baja Navarra, Aquitania. Un pueblo de casas blancas con esquinas de piedra, ventanas rojas y tejados anaranjados, partido por el río Neva, rodeado de laderas verdes, al pie del Pirineo. Letreros en francés y en vasco, anuncios de partidas de pelota. Muchas flores rojas y blancas en los balcones, un atardecer lento y radiante entre nubes bajas y cerros.

Muy temprano me calzo las botas y cruzo la Porte d'Espagne, la vieja puerta de piedra de entrada al pueblo, para empezar el Camino. Mañana fresca, vacas y cerdos que se cruzan con los caminantes por la carretera. Las águilas vuelan tan bajo que podemos ver el paso de sus sombras. Caseríos blancos entre las landas de un verde vivo, rebaños numerosos de ovejas lanudas cerca de las cumbres, también muy cerca de las nubes. Este camino curvo en ascenso es el que siguieron desde tiempos de los romanos los comerciantes de ambos lados, el que caminaron los peregrinos medievales, el que hicieron de ida y vuelta los ejércitos de Napoleón. A casi 1300 metros de altitud paramos a coger agua en la fuente de Roldán y caemos en la cuenta de que hemos cruzado la frontera sin enterarnos, sin ninguna señal que nos lo mostrara.


Aún subimos más, hasta los 1420 metros del puerto de Lepoeder. A Roncesvalles se baja por medio de un hayedo monumental. Caída de 400 metros entre las hayas musgosas, sombra fresca al mediodía. La antigua colegiata es un enorme albergue para peregrinos modernos. Buscamos el calor del sol en el patio. Por aquí pasó también el ejército de Carlomagno hace más de mil años, y en esos bosques de los desfiladeros que dejamos atrás fue derrotado. La leyenda fructificó en la Chanson de Roland. Aquí nació la literatura francesa, y una parte tan lejana de la nuestra.

25,7 kilómetros.

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