En agosto de 1804 partió del puerto de Montevideo una
flotilla de la Real Armada española compuesta por cuatro fragatas, rumbo a
Cádiz. Los cuatro barcos, Fama, Medea, Mercedes y Clara, venían
cargados con caudales del Virreinato del Perú que, aprovechando la ausencia de
hostilidades con Inglaterra, pretendían llevar a la Península. El jefe de la escuadra
era José de Bustamante. El segundo comandante era Diego de Alvear, que viajaba
en la Medea junto a uno de sus hijos.
El resto de su familia, mujer y siete hijos más, volvían, a bordo de la Mercedes, de vuelta a España después de
varios años de estancia en América.

En 2007 una
empresa norteamericana de exploración submarina, Odyssey, que había localizado el pecio hundido, sacó a la superficie
las monedas y se las llevó a Florida. España reclamó el tesoro rescatado ante
la justicia estadounidense y, después de varios contenciosos, la Corte Suprema
de Estados Unidos sentenció que el tesoro debía regresar a España.
Lo curioso del
asunto es que no se pudo demostrar que el barco no era una empresa particular,
sino una misión de Estado, hasta que se dio, tras muchas indagaciones mientras
avanzaban los litigios, con algunos documentos clave. Pocos españoles pueden
imaginar que el Archivo General de la Marina no está en Madrid, ni tampoco en
ninguna ciudad portuaria, sino en las estribaciones del sur de La Mancha y de
la provincia de Ciudad Real, a más de 300 kilómetros del mar.
Estos días sofocantes de julio el
Palacio acoge en algunas de sus salas una exposición que recuerda estos sucesos,
y además una pequeña muestra de las monedas rescatadas que originaron el pleito
internacional, y que finalmente llegaron a España en 2012. Visitar de nuevo el
Palacio de Viso del Marqués, con sus frescos italianos en recuerdo de las
batallas navales de Álvaro de Bazán, sus anchos salones adornados con motivos
mitológicos, ya es algo que merece la pena. Conocer las curiosidades de la
Historia, a partir de un puñado de monedas rescatadas del mar, más aún.
Imagino que empresas como Odyssey generarán millones de dólares con sus hallazgos y rescates submarinos. En este caso, el término más repetido en la exposición es menos amable: expolio. Otro de los condicionantes legales que se tuvieron en cuenta para desautorizar a la empresa estadounidense es que el barco hundido era además el cementerio de al menos 275 personas. La profanación de un lugar así incumple la legislación internacional. Hoy las monedas de plata están en España, y no sé si es lo justo o lo más razonable. La Historia, y la memoria de aquellos que se tragó el mar, están en los dos lados, en Europa y en América.
Imagino que empresas como Odyssey generarán millones de dólares con sus hallazgos y rescates submarinos. En este caso, el término más repetido en la exposición es menos amable: expolio. Otro de los condicionantes legales que se tuvieron en cuenta para desautorizar a la empresa estadounidense es que el barco hundido era además el cementerio de al menos 275 personas. La profanación de un lugar así incumple la legislación internacional. Hoy las monedas de plata están en España, y no sé si es lo justo o lo más razonable. La Historia, y la memoria de aquellos que se tragó el mar, están en los dos lados, en Europa y en América.
No hay comentarios:
Publicar un comentario