lunes, 14 de septiembre de 2015

Puerto Rico: ¿el español primero?

Por si no hay suficientes discusiones sobre la situación de la lengua española en los Estados Unidos, el conflicto lingüístico vuelve al plano político en Puerto Rico. La isla caribeña, una de las últimas colonias separadas de España en 1898, es hoy un “estado libre asociado” de Estados Unidos. Hay quienes plantean, dentro y fuera de la isla, que debe convertirse en el estado 51 de la Unión: así piensan el Partido Nuevo Progresista, que está en la oposición, o el ex gobernador de Florida Jeb Bush, hoy en la carrera para las presidenciales por el Partido Republicano, y que así lo manifestó en una visita a la isla el pasado abril.

         Pero también hay quienes abogan por que Puerto Rico mantenga su situación híbrida dentro de la Unión: los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses; pueden votar en las elecciones primarias, pero no en las presidenciales, pues no tienen congresistas que la representen; están sujetos a las leyes federales y a la política exterior de Estados Unidos, pero tienen autonomía para gestionar la mayor parte de sus asuntos internos. Incluso hay un partido independentista, que persigue la autonomía plena de la isla.


         Eso dentro del arco parlamentario, porque fuera existen otras opciones no menos llamativas: MRE son las siglas de la asociación Movimiento de Reunificación de Puerto Rico con España, que han denunciado ante organismos internacionales el Tratado de París, por el que España cedió la isla a los Estados Unidos hace 117 años. Al igual que un grupo minoritario cubano que opera desde Francia, piden que el tratado sea invalidado y su territorio pase a ser una comunidad autónoma española, y de paso integrarse en la Unión Europea. No parece, de todos modos, una idea con visos de progresar en ninguna de las dos islas caribeñas.

         Y luego está el problema lingüístico, mucho más vivo, desde luego. En 1991 Puerto Rico recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por haber declarado el español como lengua oficial, ante la amenaza del inglés. Dos años después, en 1993, el Parlamento aprobó una ley que equiparaba las dos lenguas, oficiales ambas desde entonces. Y la semana pasada se aprobó, por un estrecho margen, un proyecto de ley que volverá a dar al español el estatus de única lengua oficial en la isla.

         La propuesta la presentó Antonio Faz Alzamora, ex presidente del Partido Popular Democrático, que hoy está en el poder, arguyendo que “al establecer el español como primera lengua, fortaleceremos y validaremos la realidad de que más del 80% de los puertorriqueños no entienden ni hablan inglés”, y recordando que no se trata de una medida que propugne “solamente español” (Spanish Only), sino “el español primero” (Spanish First). En el otro lado, el presidente del Senado defendía que “en el siglo XXI los esfuerzos gubernamentales deben ir dirigidos al ‘pluriculturalismo’, incluyendo la diversidad de idiomas”. Los argumentos de la senadora independentista eran otros: que el español debe ser el único idioma en Puerto Rico si quieren preservar su identidad cultural.

         Es un asunto con muchas aristas, porque es sobre todo un problema político, como suelen ser todos los asuntos lingüísticos. Hace unos meses, varios medios norteamericanos denunciaban una situación que raya entre el absurdo y la picaresca: varios cientos de casos en que ciudadanos puertorriqueños estaban recibiendo prestaciones (benefits) de la Seguridad Social por ser considerados “discapacitados” (disabled) por el hecho de no hablar inglés. Es una paradoja, en un territorio donde según el último censo el 95% de la población se expresa en casa en castellano, y el 84% admite que no habla inglés “muy bien”.

         Y el conflicto no se queda ahí. Hay más puertorriqueños viviendo en el territorio continental de los Estados Unidos que en la propia isla caribeña, donde hay apenas una población de 3,5 millones de personas. La mayoría de ellos están asimilados a la cultura yanqui y además hablan inglés perfectamente, porque es la lengua en la que fueron escolarizados, y con la que en general se sienten más cómodos. Sólo hay que escuchar hablar en español a Jennifer López para entender parte del fenómeno. Aunque otros artistas famosos como Ricky Martin, Luis Fonsi o Chayanne son muestra de lo contrario: un dominio apropiado de nuestra lengua, y la propia consideración de que es su lengua materna.

Una compañera puertorriqueña, profesora de Historia y plenamente competente en las dos lenguas, me contó que cuando discute con su padre ella se pasa al inglés, en parte para hacerlo rabiar y en parte porque se siente más cómoda. El papá, que seguramente entiende todo en inglés, pero para quien es más cómodo expresarse en castellano, se enoja y le replica: “¿Puedeh dejal de hablalme en tu lengua, mi amol?”. Desde ahora el español será la única lengua oficial, pero más tarde o más temprano Puerto Rico será un territorio bilingüe, y probablemente un estado más de los Estados Unidos, donde quizá las soluciones lingüísticas puertorriqueñas sean ejemplo, bueno o malo, para otros estados.


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