
---------------------------------------------------------------------------------------
Más adelante, la dehesa caliente, rebaños de ovejas, cabras y vacas pardas que se refugian de los 42 grados a la sombra de las encinas. Desde lejos, Castro Verde también es hermoso y ordenado: fachadas blancas, tejados de ocre claro, una iglesia imponente como una fortaleza en lo más alto de la ciudad. Hace un calor de infierno por las calles empedradas, un aire sahariano y adormecedor. Paso a la Câmara, que es como decir el Ayuntamiento, y sólo hay una persona porque el resto se fue a comer. Encuentro la oficina de turismo, cerrada, al lado de una iglesia pequeña, y me refugio en la pastelería de la oficina. Una camarera joven y dulce lee el periódico, y sin pedirlo me llena la cantimplora y no me quiere cobrar. También se acuerda de otro peregrino de sesenta años que llegó en invierno, sin dinero y con sed. Mientras me refresco, me ha preparado unas tostas de pão com manteiga que tampoco me quiere cobrar. Le digo que, más que comer, lo que necesito es una ducha para poder pensar con claridad. La oficina de turismo tiene en el piso bajo unos vestuarios con ducha, y también me deja usarla. Castro Verde es un lugar hermoso en el que dan ganas de quedarse a vivir.

---------------------------------------------------------------------
En Castro Verde, junto a la iglesia, hay un museo pequeño montado en la antigua cárcel, que es de las cosas más curiosas que yo he visto. O Museu da Lucerna. Tiene una exposición amplia de lucernas de barro de época romana, desde el siglo I a.C., que se utilizaron para ritos religiosos. De hecho, las lucernas representan a todos los dioses romanos, desde Diana a Mercurio o a Baco, y también escenas cotidianas, eróticas, o de animales. La guía es una señora fantástica, rubia, con vestido ligero y zapatillas deportivas, aire intelectual detrás de las gafas, que me explica cada detalle de los dibujos, de los usos que se les daba a las lucernas, de las clases sociales que las utilizaron. Esto debió de ser un gran centro ritual adonde vinieron a parar lucernas fabricadas en las penínsulas ibérica e itálica y también en África. Por detrás de algunas de ellas los alfareros (no hace mucho que aprendí casualmente la palabra oleiro, en un cuaderno infantil en una playa del Algarve) hicieron dibujos, emblemas o pusieron su firma: autógrafos de artistas de hace dos mil años. Han descubierto varios niveles de lucernas, en unos niveles están todas rotas, en otros, están enteras, y están investigando los ciclos de los rituales que se practicaban. Han sacado del mismo yacimiento ¡veinte mil lucernas!
Antes de despedirme aparece un señor con barba que también sabe del asunto. Es el arqueólogo que dirigió la excavación. Y la señora que me ha explicado todas las referencias mitológicas de las lucernas era en ese momento, en 1994, su alumna, y es la persona que descubrió todo. Me cuenta con emoción que estaban ampliando el cementerio, y ellos fueron allí por pura curiosidad. Ella saltó a un agujero para ver qué había abajo, y subió con una lucerna. “E isto o que é?”, y fue la primera de las veinte mil, que estaban allí todas juntas desde tiempos de los romanos. “É uma coisa que só acontece uma vez na vida”. Lo que más me gusta de este mundo es cuando alguien que sabe mucho de algo se lo cuenta a otros con interés y pasión. Ahora me imagino unos cuantos cientos de esas lucernas, a unos pasos de aquí, hace dos mil años, con cabos de vela ardiendo en una noche de verano, de brisa cálida como la de hoy, y aquellos o aquellas que invocaban a los dioses mirando desde la penumbra, sabiendo a través de esas luces cosas que los demás no sabían, alimentando esa luz, manteniéndola viva para que el mundo siguiera en orden, pronunciando palabras latinas que quizá hoy entenderíamos todavía. Me duermo pensando en las lucernas, sobre el césped fresco, "a céu aberto", con la luna menguante a mi frente y las estrellas que resplandecen como candelas de otra época...
Magnífica evocación, Blas.
ResponderEliminar